Los frutos de la naturaleza que hoy podemos aprovechar han debido atravesar eones en los que sus apreciadas propiedades se refinaron, fortalecieron y adaptaron, haciendo frente a la acción implacable de los elementos y de los seres vivientes de su entorno; siguiendo la selección natural cambiaron su forma y propiedades en tantas direcciones, que si los hombres reflexionáramos sobre semejante travesía, de ningún modo podríamos sentirnos dignos de recibir tan inmerecida gracia.
En las ambiciones de la modernidad el valor de los bienes ha venido a estar sujeto a lo que de ellos pueda traducirse en dinero, este pecado de la civilización impide a los hombres apreciar el valor original de la vida, llevándole a absurdos como el de prohibir muchas naciones el libre cambio, posesión y cultivo de especies vegetales nativas.
Colombia no es la excepción, en los últimos años nuestro país ha recorrido el camino de la prohibición y el abandono de muchos alimentos cultivados tradicionalmente por los campesinos de nuestras diversas geografías, esto ha afectado especialmente a variedades nativas de papa, maíz, fríjoles y frutales, situación agravada por las importaciones masivas de alimentos promovidas por la política neoliberal.
La buena noticia es que ciudadanos concientes de que la libertad se conserva ejerciéndola, persisten en el cultivo de alimentos naturales, libres de modificación, basados en técnicas de horticultura ecológica.

La Asociación Proárbol y su huerto comunitario Leonidas Acuña, cuenta ya con 26 especies de plantas no modificadas genéticamente entre las que destacan: maices criollos, ajonjolí, acelgas, espinaca, pimentón rojo, ají perro, fríjoles, habichuela pequinegra, tomate cherry morado, moringa y flor de jamaica. También resultan muy interesantes sus esfuerzos por adaptar variedades de piso térmico frío a las altas temperaturas que se viven en Valledupar, como es el caso de la zanahoria, el perejil y la cebolla cabezona.
El proceso inicia en un área diseñada especialmente para la germinación, bajo condiciones controladas de radiación solar y riego por microaspersión, de donde llegado el momento son transplantadas a las eras del huerto. Esta experiencia de cultivo con especies nativas inició hace casi dos meses y ya es posible observar cómo las primeras habichuelas empiezan a dar fruto, así como un notable crecimiento de maíz criollo.

El ingeniero Duver Vides, director de este proyecto, expresa que la experiencia con semillas nativas le permitirá a la comunidad participante, conformada principalmente por jóvenes voluntarios, en primer lugar multiplicar la reserva de semillas naturales y a futuro, aumentar la producción de alimentos sanos y nutritivos, en concordancia con los conceptos de ecología y sostenibilidad ambiental.
El huerto ha logrado obtener estas semillas criollas gracias a la cooperación con una empresa quindiana especializada en su producción, la Asociación Guardianes de Pijao.
Experiencias como esta dan ejemplo de acciones necesarias para la seguridad alimentaria de la población colombiana, al igual que ayuda a conocer la gran riqueza de alimentos nativos poco conocidos que se dan de manera silvestre en las diferentes regiones del país.
Registro gráfico de la experiencia







JOSE LUIS ROPERO.
Es importante conservar la agricultura nativa bases dela tradicion deun pais como el nuestro rico y el nuestro y conseevar flora y fauna para ayudar al ecosistema sostenible
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Eso amigo Camilo, Colombia es un país rico y la base de su desarrollo es la agricultura, campesinos y naturaleza van de la mano.
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