El arte de escribir: gramática y redacción

“Las uniones de las letras, memoria de todo”, así anuncia Esquilo, el gran trágico griego, la invención de la escritura, la cual considera un don divino, concedido por Prometeo, creador y benefactor de los hombres. Los relatos griegos, cargados siempre de sabiduría y profundo conocimiento del alma humana, estaban casi siempre destinados a la interpretación teatral, por lo que daban prioridad a la síntesis, la acción y la palabra viva. Cuánto de esto merece ser rescatado hoy, ante la enorme cantidad de información generada diariamente, pero destinada casi en su totalidad al olvido.

La escritura es un recurso intelectual frecuentemente subestimado, pues la sola posibilidad de utilizar un conjunto limitado de símbolos, para plasmar significados y conocimientos virtualmente infinitos, es algo asombroso. En tiempos donde el frenético avance tecnológico del día a día causa poca sorpresa, bien vale asombrarse por las cosas sencillas que poco cambian y que cualquier persona puede realizar con un poco de interés.

La lectura y la escritura tienden puentes entre el mundo material y el de las ideas, esto es una viva muestra del proceso metafísico, al alcance de todos. No se tiene plena certeza del primer lugar donde la literatura surgió, pero vaya que asombra el hecho de encontrarlo casi simultáneamente en las más antiguas civilizaciones, como Sumeria, Egipto, India y China.

Realmente la literatura es un arte, pues no tiene límites para su expresión, puede adoptar innumerables formas y estilos, y es plenamente perfectible cuando se cultiva su técnica con disciplina; escribir tiene su ética, se le llama gramática y permite expresar de un modo inteligible las ideas de nuestra mente.

Cuatro disciplinas componen la gramática española:

  • La analogía, que estudia el significado de las palabras con todos sus accidentes.
  • La sintaxis, que enseña a coordinar y unir las palabras para formar oraciones con lógica y sentido.
  • La prosodia, que enseña la correcta pronunciación de las letras, sílabas y palabras.
  • La ortografía, que enseña a escribir correctamente las palabras.

Antecedentes de la gramática de la lengua española

Los primeros intentos por regular la lengua española se remontan al siglo XIII, cuando el rey Alfonso X “El Sabio” fijó los usos del joven castellano y lo estableció como lengua oficial del Reino. Además, este rey emprendió un ambicioso proyecto mediante el cual se tradujeron al castellano numerosas obras del árabe y el latín, principalmente de la literatura clásica grecorromana; para este propósito se valió de la Escuela de Traductores de Toledo, fundada un siglo atrás.

Otros trabajos representativos de la evolución gramatical del español fueron:

  • Gramática de la Lengua Castellana (1492), Elio Antonio de Lebrija.
  • Diálogo de la Lengua (1535), Juan de Valdés.
  • La Minerva o Arte de la Lengua Castellana (1587), Francisco Sánchez de las Brozas “El Brocense”.
  • Origen y principio de la Lengua Castellana (1606), Bernardo de Aldrete.
  • Tesoro de la Lengua Castellana o Española (1611), Sebastián de Covarrubias.
  • Vocabulario de Refranes y Frases Proverbiales (1626), Gonzalo Correas.

El español alcanza su máximo esplendor literario en el siglo XVII, llamado “El Siglo de Oro”, con escritores de la talla de Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Luis de Góngora y Francisco de Quevedo. Posteriormente se fundaría la Real Academia de la Lengua Española (1713) bajo el mandato del rey Felipe V, sentándose las bases generales que rigen el idioma hasta la actualidad. Tres obras normativas conocemos de esa época, el Diccionario de Autoridades (1726), la Ortografía (1741) y la Gramática (1771). La intención de la Academia desde su fundación ha sido velar por la pureza del idioma, como reza su lema “limpia, fija y da esplendor”. Actualmente cuando rige la XXIII edición del Diccionario de la Real Academia Española, se pueden apreciar grandes transformaciones de la lengua, como es natural al paso de los siglos, el advenimiento de nuevos usos y la aparición de revolucionarias tecnologías.

¿Cómo hacer buen uso de la gramática?

Como vimos anteriormente, la gramática se compone de varias disciplinas y todas ellas son puestas en práctica durante la creación literaria, con mayor o menor fortuna, en razón del conocimiento sobre las normas y del talento particular para la redacción.

Es difícil escribir con pleno conocimiento de las normas gramaticales, así que la elegancia de cada escrito estará siempre sujeta a la cultura general que profese el redactor; el primer paso para la buena escritura es la buena lectura.

¿Existe algún criterio para diferenciar la buena literatura de la mala? Definitivamente sí, hacer caso de las grandes obras que construyeron los cimientos del idioma, esas que con el paso de las décadas y siglos se constituyen en referentes de la cultura y del saber. ¿Algunas sugerencias? Bueno, no mueras sin leer las aventuras del Ingenioso Idalgo y su escudero Sancho, y por favor, abstente siempre de informarte en los foros de internet.

Otro requisito indispensable para subir el nivel literario es aprender las reglas del idioma, para quien tenga aspiraciones de escribir profesionalmente es un deber estudiar las gramáticas oficiales.

¿Cómo redactar correctamente un texto?

Todo lo anterior nos lleva al concepto de redacción; redactar es presentar de manera lógica y ordenada, sobre un papel, las ideas que componen un suceso, hecho imaginario o conjunto de conocimientos.

Un texto bien redactado se caracteriza por varios aspectos, en primer lugar por la armonía de su estructura; en este punto debe advertirse que todo texto se encuentra dividido en tres partes que llevan cada una a la siguiente, las cuales se denominan iniciación (o exposición), nudo y desenlace. Sin importar la extensión del documento, siempre debe ser posible distinguir estos elementos y la buena redacción permite transitar sin sobresaltos, lagunas o nebulosas conjeturas entre ellos; la armonía consiste en no desentonar con ingredientes superfluos o fuera de lugar. La perfección se logra quitando primero lo que sobra y luego añadiendo lo que falta.

Todas las personas necesitan escribir y todos pueden hacerlo de buena manera sin necesidad de ingresar al nivel profesional; esto se logra combinando la armonía en la estructura del texto con seis ingredientes mágicos que parafrasean el viejo refrán: “seis buenos amigos me enseñaron todo lo que sé, Qué, Quién, Cuándo, Dónde, Cómo y Porqué”.

Tanto el escritor aficionado como el profesional, se encuentran frecuentemente con que el proceso creativo se atasca y las ideas no fluyen hacia el papel con el dinamismo deseado, esto puede ser causado por una falta temporal de inspiración, o por cualquier otro motivo, en todo caso una eventualidad de este tipo puede superarse siguiendo una disciplina de trabajo y manteniendo la motivación, pues la tranquilidad, la inspiración o el estado anímico necesitado por el escritor para escribir más fluidamente, son circunstanciales y pueden surgir en cualquier momento, y qué bueno resulta cuando aparece trabajando. Además, siguiendo las reglas básicas de la redacción siempre será posible obtener un buen texto.

Para llegar más allá de las necesidades básicas de la comunicación escrita, bien vale fijarse en lo que enseña el deporte, la actividad competitiva por excelencia. ¿Puede un ajedrecista alcanzar maestría en el juego solamente leyendo las reglas del ajedrez? Definitivamente no, el entrenamiento diario es lo que le llevará a dar su máximo rendimiento, subir de nivel en el fogueo con otros jugadores y aprender los trucos que en cualquier situación lo puedan sacar de un problema; pues bien, lo mismo le sucede a un escritor, el futuro literato no puede esperar jamás un nivel destacado a menos que escriba, lea, lea más y continúe escribiendo, todos los días.

Por último tenemos el estilo, este elemento es a la redacción lo que la personalidad es al individuo, es la marca del escritor, su impronta, eso que lo diferencia de cualquier otro; pero atención, el estilo no se genera espontáneamente, se logra después de mucho trabajo y es más un descubrimiento que una construcción, es el descubrimiento de sí mismo y sólo es posible identificarlo luego de atravesar “el laberinto” (la palabra laberinto según su etimología significa: camino interior).

JOSE LUIS ROPERO – DIRECTOR.


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Por Jose Luis Ropero

Guía de aviturismo residente en Valledupar, Colombia. Autor del blog roperoaventuras.com y fundador de la comunidad ecologista Proyecto Ecojugando.

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