Los acuerdos de paz a los que han llegado las FARC y el gobierno nacional se han firmado, después de las diferentes etapas que atravesó durante siete años, pensar que se puede abrir nuevamente el debate y la negociación entre los beligerantes, es francamente insensato.
Así que el argumento de la campaña por el no, de que se puede renegociar el punto de las penas por delitos atroces y elegibilidad política no tiene razón, lo ha dicho claramente un ejemplo de civilidad y respeto a los acuerdos como el senador Antonio Navarro Wolf, líder del M-19, anoche mismo en el panel del programa radial Voces RCN “si a nosotros nos hubieran puesto como condición que Carlos Pizarro no fuera candidato presidencial, no hubiéramos entregado las armas”. Y es natural que las organizaciones pongan como inamovible que sus líderes les puedan representar políticamente después de la guerra; además, en Colombia la regla general es que cuando las guerras civiles finalizan con acuerdos de paz, se incluye la elegibilidad política de los insurrectos.
Otro punto polémico es el del perdón, alimentado por las declaraciones soberbias de Timochenko, Iván Márquez y otros, en el sentido de que no tienen de qué arrepentirse; este argumento emocional, explotado por las dos campañas según su conveniencia, es débil, pues aunque durante la firma de ayer Timochenko «ofreció» perdón, ni siquiera esto y el voluminoso contenido de los acuerdos será la causa por la cual los colombianos expresarán su voluntad el 2 de octubre a favor de los acuerdos.
Los colombianos votaremos mayoritariamente por el sí por tres razones: en primer lugar, desaprobar los acuerdos eliminaría toda posibilidad de abrir negociaciones con los demás actores de la guerra, como el ELN y las autodefensas de nueva generación, esta vía perdería toda legitimidad política; segundo, la comunidad internacional respalda unánimemente este proceso, incluyendo los EE. UU., desaprobar los acuerdos expondría a Colombia como “la nación canalla que rechazó la paz”, los colombianos en todo el mundo serían vueltos a ver como sinónimo de guerra, narcotráfico y terrorismo, nada quedaría de la imagen de superación que tan difícilmente hemos logrado; y finalmente el recrudecimiento de la guerra sería renunciar a que los desplazados puedan regresar a sus tierras y perpetuar la escacez, el sufrimiento y la violencia, eso no lo queremos para Colombia.
Por otra parte sacar los fusiles del campo daría un aire refrescante a la política, y los partidos seguramente podrían establecer con las bases populares la conexión que tanto le falta a esta República necesitada de renovación y dinamismo, lejos de las prácticas clientelistas que la caracterizan.
Una última reflexión sería destinada a la campaña por el no, la confianza inversionista está puesta en la aprobación de los acuerdos, y la ideología de género (que para esta opinión es absurda y perjudicial) sólo se impondrá si la conciencia nacional expresada claramente el pasado 10 de agosto, no logra una convergencia única por la construcción de un Estado que defienda lo autóctono y tradicional, incluyendo no sólo valores y credos, sino también la producción del agro y las industrias colombianas. Así que todos a votar por el sí.
JOSE LUIS ROPERO Director Proyecto Ecojugando.