
El exceso de días no laborables que aqueja a la nación colombiana, no fue impedimento para que pudiéramos desarrollar una activa semana, llena de agradables sorpresas y buenas historias. Este viernes visitamos la Escuela Ambiental del Cesar, charlamos con Olmar Quintero, su director – fundador, y nos actualizamos de sus novedades, que cuales incluyen ahora la práctica del yoga, a cargo de la instructora Patricia Gómez, actividad sobre la que profundizaremos en nuestro próximo artículo.
La Escuela Ambiental del Cesar cursa su XVIII año de labores, trayectoria cargada de magia por el dinamismo de su método, basado en la sencillez, el cual nos regala montones de anécdotas que felizmente hemos podido transmitir por éste medio.
Para el profesor Olmar, aprender de la naturaleza sólo es posible si primero «se bajan los egos», lo cual genera la oportunidad de reflexionar y encontrarse consigo mismo; a partir de esta disposición de ánimo se facilita la tranquilidad, el diálogo y el disfrute de cualquier momento y lugar.
Darse la oportunidad de respirar profundamente es indispensable para empezar a valorar las cosas sencillas pero valiosas que pone pone la naturaleza a nuestra disposición, puerilizando incluso el espíritu, para sorprendernos y ver cosas mágicas que se esconden a los ojos de un adulto.
Por ejemplo, cuenta el profesor Olmar «aquí llegó un niño y descubrió que nuestros árboles tienen rostros, me llevó hacia uno de ellos y dijo: mírele el ojo, con ése es que vigila la escuela. Y en otra oportunidad, una niña sentada sobre una piedra me dijo: esta sí es una piedra preciosa, porque al fin y al cabo el oro la gente lo quiere tener escondido, mientras que esta nos sirve a todos. Por esto yo digo que lo útil es lo precioso».
SERVICIOS DE LA ESCUELA AMBIENTAL DEL CESAR

«Todo lo que hay aquí es para personas de mente abierta», comenta, «por ejemplo, el SPA natural es para que se unten de lodo, chocolate, entren al sauna aromático». El SPA es sin dudas la experiencia bandera de la Escuela Ambiental, pero no la única, pues el visitante encontrará la piscina «antiarugas», el chorro de alta presión, ingeniosas hamacas, aire puro y el ronroneo permanante del río Guatapurí que la bordea.
“También tenemos un vivero donde producimos planticas y hacemos pruebas, porque además la escuela es un laboratorio, un proceso que se lleva lentamente, porque no hay afanes, sino la intención de que cada paso se vaya viendo, en sus ensayos, aciertos y errors, no se trata de terminar y listo; este proyecto es vida, por eso se adapta, cambia y lleva su propio ritmo”, y concluye el professor: “hace 50 años la palabra ambiente no existía, pero ho yes el boom del mundo, al menos en el inconciente colectivo se esta grabando el hecho de que hay una naturaleza y que se necesita vivir sanamente; invito a la gente, a que empiece a cambiar de actitud, respetando y viviendo en armonía con el entorno”.