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La economía del Imperio Romano

Mapa de las rutas de comercio del imperio romano.

VARLDHISTORIA, TOMO III ROMA, CAPÍTULO VI INTERMEDIO REPUBLICANO – IMPERIAL. POR CARL GUSTAF GRIMBERG.

VER ÍNDICE GENERAL DE LA OBRA POR CAPÍTULOS.

Contenido de éste artículo.

  1. La cuestión agraria.
  2. Puedes apoyar nuestro blog
  3. Industria y comercio.
  4. La técnica financiera en Roma.

Roma tuvo siempre una estructura económica muy débil, basada en una agricultura anticuada y una industria de poca iniciativa. Pero su imperio abarcaba territorios mucho más desarrollados y sus poblaciones se aprovecharon con amplitud.

Hasta el siglo II d. C., Roma adoptó una política de libre cambio, en
la práctica sin intervención del Estado. Hecho singular: los romanos buscaban muchos productos en regiones vecinas, pero no parece que llegaran a concebir la idea de introducir los suyos de modo sistemático.

La cuestión agraria.

La técnica agrícola era inferior a la de los celtas, por ejemplo. Pero los romanos aumentaron en forma considerable la superficie de las tierras cultivables desecando marismas, al modo etrusco, y por irrigación de regiones desérticas, según técnica egipcia.

Arruinado por las guerras y sus secuelas, y no pudiendo comprar esclavos, el pequeño labrador viose obligado a vender sus tierras a los grandes propietarios. De esta manera sé formaron los latifundios. En lo sucesivo, los propietarios pequeños engrosaron las filas parásitas del proletariado urbano.

Recordemos algunos intentos de reformas. Las leyes licinio-sextina (según la tradición, del año 307 a. C, pero sin duda, más recientes) habían limitado la extensión de terrenos a quinientas fanegas y la cantidad de reses permitidas en las dehesas comunales a cien cabezas; además habían obligado a emplear únicamente trabajadores libres. Los proyectos de los Gracos habían intentado proporcionar a la plebe tierras de cultivo y garantizar su conservación declarándolas indivisibles. Todas estas reformas habían fracasado.

La cuestión agraria tenía como corolario el problema de los abastecimientos. En efecto, los grandes propietarios dedicaban sus latifundios a cultivos de interés comercial (viñas, olivos, hortalizas) y a la ganadería, antes que al cultivo de cereales. Tal orientación creaba una escasez de víveres en Roma. Por eso el trigo fue percibido a título de impuesto en las provincias, o requisado y pagado según tarifa oficial, e incluso comprado a los comerciantes. Una vez adquirido, se transportaba en buques arrendados al Estado por los armadores. En Roma, una parte se vendía a precios fijos y otra se distribuía gratuitamente.

Industria y comercio.

Mapa de la producción económica en el imperio romano.
Producción económica en el Imperio Romano.

La industria evidenciaba idéntica falta de iniciativa que la agricultura,
caracterizándose por un acrecentamiento cuantitativo de la producción, a causa de la importancia de la vida urbana y de las necesidades militares.

A fin de neutralizar la competencia de los esclavos, los artesanos se agruparon en collegia. Primero, los carpinteros, orfebres, herreros, tintoreros, zapateros y alfareros; después, a medida que se abandonaba el estado patrimonial de la economía, los tejedores, panaderos, carniceros y otros, hasta alcanzar el número de ochenta collegia.

La historia de la moneda indica con claridad cuándo Roma empezó a practicar el comercio en gran escala. En efecto, antes del año 269 a. C., los romanos no tenían moneda; practicaban la simple permuta o se servían de lingotes de metal. En 269, los romanos acuñaron una moneda de plata, imitación de la de los griegos. Durante el Imperio circularon monedas de oro.

El imperio romano reunió diversos territorios ricos en productos naturales y regiones comerciales muy prósperas. No innovó nada, pero tomó por su cuenta los distintos tráficos, en especial los trayectos comerciales ya trazados por los etruscos, fenicio-cartagineses, griegos y levantinos. Roma los puso en relación y acrecentó el volumen de los cambios.

Indudablemente, la pax romana, la red de carreteras, la seguridad en el mar y la mejora de las vías de navegación interior constituyeron otros tantos elementos favorables para el comercio en gran escala. El Occidente proporcionaba, sobre todo, artículos de consumo y materias primas, desde minerales británicos y españoles hasta salazones, patos, miel y cuero de la Galia. Sicilia y África del norte abastecían de cereales. El Oriente proporcionaba telas preciosas, incluida la seda de China, alhajas, objetos de arte, aromas, estupefacientes, fieras para los juegos del anfiteatro.

Los romanos importaban mucho y, en cambio, sólo exportaban libros, objetos de arte, algo de vino y aceite. Su comercio era, pues, deficitario. Para compensar su balanza de pagos, recurrieron al metal precioso que provenía de las minas explotadas por el Estado y de los tributos impuestos a las provincias conquistadas. Los saqueos perpetrados en los templos y palacios de los países invadidos habían sido una verdadera lluvia de oro, aunque de corta
duración.

La técnica financiera en Roma.

Las finanzas romanas no procedían, pues, ni de la industria ni del Comercio, sino de actividades extraeconómicas. Hasta el fin de la República, la administración fiscal se asentó sobre sistemas de adjudicación, de arrendamiento. Para toda operación que implicara gastos (obras públicas, suministros militares, etcétera) o ingresos (impuestos), el Estado recurría a los particulares. Para los impuestos, el Estado exigía una suma contratada a tanto alzado. La diferencia entre ésta y el superávit de lo recaudado quedaba para el asentador, para el publicano.

El acrecentamiento del imperio romano acarreó un aumento impresionante de gastos e ingresos públicos. En las adjudicaciones que los censores organizaban cada cinco años, los publicanos aislados, incluso los más ricos, no disponían de capital suficiente para cubrir por sí solos los requerimientos de la hacienda pública. Para afrontar la situación, se agruparon entonces en sociedades o compañías financieras, reguladas por acciones pertenecientes a gente de todos los pelajes. Cada sociedad accionista, representada ante el Estado por un manceps responsable, era dirigida por un magister, con sede en el consejo de administración, quien asistía a la asamblea general de accionistas. En provincias, los pro magistri encabezaban todo un equipo de corredores, contadores y escribanos. Es fácil adivinar los abusos a que se llegaba en las provincias, indefensas en la práctica.

Los publicanos se asociaron también para adjudicarse bienes inmuebles y fundaron bancos. En verdad, no sólo ellos: también otros equites (caballeros), como Pompeyo, Atico y Bruto, se hicieron banqueros o argentarii.

Las principales operaciones bancarias implicaban desde luego el cambio, indispensable, dada la gran variedad de monedas que griegos y orientales llevaban a Roma y que era necesario cambiar por denarios romanos, así como un depósito de cuenta corriente, que permitía la emisión y el pago de cheques. Los bancos practicaban también la venta de acciones. Además, muchos depositaban allí sus ahorros. Había otra actividad bancaria: el préstamo al Estado, a las ciudades y a los soberanos de Oriente, a los comerciantes, a lejanas expediciones marítimas que implicaban aventura y riesgo. Los tipos de interés público, fijado al doce por ciento como máximo, eran de hecho usurarios y alcanzaban a menudo el cuarenta por ciento.

Citemos, en fin, las especulaciones sobre terrenos y casas. Los bloques urbanos de seis o siete pisos, con tres pequeñas viviendas, rentaban muchísimo. Cicerón tenía varios, uno de los cuales le redituaba cada año ochenta mil sestercios.

Retrato antiguo de un hombre y portada de un libro
Profesor Carl Grimberg y la portada del tomo III de su Historia Universal.

VARLDHISTORIA, TOMO III ROMA, CAPÍTULO VI INTERMEDIO REPUBLICANO – IMPERIAL. POR CARL GUSTAF GRIMBERG.

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