La riqueza de la nación colombiana es reconocida en todo el mundo, principalmente por sus minerales, su biodiversidad y su potencial agropecuario, ni qué decir de su estratégica posición en el continente americano y su diverso folclor.
El campesino colombiano durante siglos demostró su capacidad para dominar todos los retos de este territorio, superando presiones y penalidades, incluyendo guerras, engaños y malos gobiernos.
La historia no se detiene, y hoy está frente a tres obstáculos que debe resolver para seguir construyendo patria: 1. La importación masiva de alimentos que en tiempos recientes eran producidos por sus manos; 2. El acaparamiento de la tierra fértil por potencias extranjeras; 3. Y unos estamentos de la “ciencia” nacional que sólo aportan argumentos para políticas que tienden a liquidar el agro colombiano.
Uno no sabe cuál de estas tres amenazas es la más peligrosa, pues la solución de todas ellas pasa por un cambio en el régimen, sin “gatopardos” que enreden todo para que todo siga igual, pero en esta oportunidad me referiré a la tercera amenaza, por ser muy recientes los anuncios del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), según los cuales las precipitaciones durante la parte final de este año y el primer semestre del próximo, serán de una escasez inusitada, por causa del fenómeno del niño, supuestamente el más intenso de la historia.
Pero este anuncio tan alarmante parece una práctica recurrente del IDEAM, que imprudentemente los acompaña de la “recomendación” de no sembrar, para que los campesinos no se arriesguen a perder la cosecha.
Estos anuncios, que han aparecido en periódicos y programas radiales son de sumo peligro para el país, toda vez que la meteorología es una disciplina inexacta, que si bien puede hacer pronósticos acertados para el plazo de días o semanas, adolece de grandes márgenes de error para términos mayores.
Ningún instituto meteorológico del mundo está en capacidad de precisar cuanta agua se precipitará sobre Colombia en los próximos seis meses, mucho menos puede el IDEAM establecer que los campesinos colombianos perderán su cosecha si osan cultivar su tierra durante el fenómeno del niño; el IDEAM con estos anuncios expone al pueblo colombiano ante el peligro mortal de la hambruna.
Si los campesinos colombianos no cultivan la tierra ¿quién producirá nuestro alimento? El mundo atraviesa una gran inestabilidad financiera, la guerra contra el terrorismo es una realidad para regiones enteras y amenaza con extenderse a más países, las mayores potencias del mundo están directamente involucradas en esta dinámica, qué tal se desate una guerra total, a nivel regional o mundial; qué haríamos los colombianos con un Dólar a $4000, sin producción nacional de alimentos, y con los excedentes de los países productores fluyendo hacia las zonas en conflicto. Las hambrunas son reales, grandes naciones han sufrido este mal en el último siglo y Colombia no está exenta de atravesar tan terrible panorama.
Finalmente debemos expresar que el campesino colombiano es capaz de superar esta coyuntura climática ¿de qué manera? Pues recurriendo a sus costumbres, a la tradición que sus padres le han legado, los campesinos de antaño jamás esperaron el dictamen de una autoridad científica para proceder a cultivar sus valles, montañas y llanuras, lo hicieron con fe; hoy resulta muy difícil actuar con fe, pues los automatismos y la facilidad con que se consiguen muchos bienes materiales han separado al hombre del sacrificio y la seguridad de salir avante pese a la incertidumbre, brindándole una falsa idea de seguridad. Campesino colombiano, labra tu tierra como sólo tú sabes hacerlo, hazlo en las fechas que hace generaciones establecieron tus antepasados, sin atender las voces pesimistas y equivocadas de los que se autodenominan “sabios”; campesino colombiano, siembra con fe y recogerás.
Interesante pero sesgado artículo. En dónde está, por escrito, que el Ideam diga a los campesinos que no siembren? Es verdad que los temas climátologícos en un país como Colombia, que por su ubicación geográfica y su topografía permiten condiciones especiales y diversas, sean particularmente complejos; pero no se debe juzgar sin argumentos y pruebas reales, como lo hace usted en este escrito. Además deja la impresión de una triste posición izquierdosa y «mamerta», que no argumenta ni lee y mucho menos investiga, sino que se deja llevar por las habladurías y conjeturas propias de la falta de rigor investigativo. Ojalá estos espacios se aprovecharan para difundir conocimiento, para criticar con bases y sólidos argumentos y no para especular con base en percepciones personales o sin fundamentos.
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