
Como ya había decidido construir la escuela me pregunté ¿ahora como hago para que la gente venga y me ayude? Fue una tarea titánica, porque en estos predios sólo existía maleza, contaminación, piedras, erosión y hornos para hacer carbón.
Lo primero fue delimitar el área de tierra, ya que el donante de las mismas no sabía cuantas hectáreas tenía ni conocía sus límites, fue por esta razón que mucha mano obra de las cercas que se hicieron se perdieron. Hasta que un buen día el señor Fernando matiz (el donante) pagó un topógrafo y así las obras se pudieron hacer con más tranquilidad.
El primer año fue muy difícil no habían árboles y el sol que azotaba era inclemente, el agua era difícil de hacerla llegar, las brisas de diciembre y enero eran muy locas, los mosquitos en épocas del año no tenían piedad, mis piernas parecían un colador llenos de picaduras y granos, para colmo de males decidí húsar pantalón corto, y andaba a pie descalzo para detectar cualquier vidrio o puya para que luego los niños en un futuro no se fueran a lesionar.
En la primera entrada de la escuela se sembraron palmas botellas para embellecerla y que la primera impresión del visitante fuera agradable, siempre con la filosofía de lo ambiental al frente; posteriormente se comenzó a sembrar árboles nativos para que muchas especies que estuvieran en vía de extinción no desaparecieran.
Fueron siete años aproximadamente que hubo que esperar para que en la escuela existiera buena sombra. Como fue una zona donde los árboles fueron arrasados, la erosión era inclemente, fue cuando se me ocurrió traer cisco (cascarilla) de arroz para que de esa forma hacer nuevamente capa vegetal, con tan mala suerte que cuando llovía las escorrentías arrastraban todo el cisco y la escuela quedaba nuevamente con los mismos problemas, esta técnica ayudo pero no mucho, se probaron muchas cosas pero no dieron resultados.
En época de verano la sequedad era impresionante las plantas se morían y las palmas botellas que se sembraron en los meses de enero con la brisa se partían, había que amarrarlas regarlas por la mañana y por la tarde; yo buscaba niños del sector les pagaba cualquier cosa o les traía un pedazo de pan para que me ayudaran así en ese tesón hubo que esperar 7 años para que la sombra empezara allegar a la escuela ambiental.
Después, sin el hermano sol que no perdonaba a las espaldas era otra cosa. Todos los días me iba para los terrenos de la escuela a hacer alguna labor y a soñar para que los niños gozaran de un ambiente distinto donde la tecnología no llegara tan arrolladora, fue cuando se me ocurrió que todo debería ser con material reciclado porque me había dado cuenta que estábamos ante una sociedad desfasada, que lo único que se hacia era comprar usar y botar, que como vamos se necesitarán dos planetas, uno para la basura y otro para vivir, y eso era imposible porque nada más tenemos uno o de lo contrario nos tocará vivir en la porquería. Yo notaba que la gente pedía las canecas para la basura, pero era para botarla fuera de ellas, hoy encontramos con el paso de los años una escuela limpia (única en el mundo sin canecas de basura).
AUTOR: OLMAR FERNANDO QUINTERO SANGUINO – DIRECTOR FUNDADOR ESCUELA AMBIENTAL DEL CESAR.
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